sábado, 26 de julio de 2008

La recibió y le relató a la protagonista su historia de amor…:


a ella le vienen a hablar de amor justo!, pero dulcemente escuchaba: resignada, esperanzada, melancólica, desencontrada; aunque por momentos envidiosa por el relato sobre el hombre que no era perfecto y sin embargo lo era; no tenía uno similar y era muy lejana a esto pero escuchaba atentamente y oía: “me cuida, me valora, me da libertades, cada cual tiene lo suyo, tuvimos crisis pero aprendimos a llevarlas, mi amiga lo sedujo y siguió conmigo por no aceptarla”. La oyente abría sus ojos asombrados y dormidos anhelando algún día poder decir lo que escuchaba. Pasaron los minutos y la chica de los ojos asombrados continuaba con ciertas frases en la cabeza y el retrato de “la enamorada y conforme con su vida” en la retina: “es difícil encontrar uno así, aprendimos a compaginarnos, en mi casa lo adoran, me da todos los gustos y yo a él, construímos una casa grande por si tenemos hijos, me acompañó cuando tomé las decisiones”… Ella con sus cabellos rizados aún mojados y sentimientos desencontrados terminó de escuchar; se sentó esperando que el shock se le pasara sin saber lo que sentía, tomó una fibra, se sacó su campera nueva que la hacía caminar con un poco más de seguridad y apoyo (cosa que no encontraba en un hombre) y recordó: decepciones, ir a otros tiempos con respecto a los hombres que la acompañaban, sentir que daba más de lo adecuado o, en su defecto, culpógena por no sentir lo que decían sentir ellos…sola, más sola que nunca y muy independiente en tomar sus decisiones (no por elección propia sino porque nadie solía comprenderla), movió su cuello de un lado a otro haciéndolo sonar para intentar relajarse y recordó las palabras que esta dama le había dicho al terminar su vida maravillosa compactada en el relato: “así que ya sabés, a pesar de tus tantas decepciones, la esperanza es lo último que se pierde”. Queriéndole creer y haciendo muecas con su boca carnosa y pálida por el frío, se quedó pensando si le había contado a la relatora sobre sus desengaños algún día que había charlado con ella, o (lo que era aún peor), detrás de esos ojos maquillados y pestañas arqueadas, las decepciones se reflejaban y hablaban por sí solas…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Parece ser que nos cuesta ir a favor de la corriente!