martes, 27 de octubre de 2009

Algo cotidiano, y tan lindo…

Algo como viajar en colectivo que generalmente es engorroso, estresante y agotador, a veces tiene condimentos agradables…
Mucha gente, poca colaboración a la hora de dejar un asiento, apretones y algunos insultos… sin embargo ella subió y tras unos largos segundos se sentó debido a que portaba una pancita con una personita en ella: la agarraba con devoción, esa que solo dicen que se entiende en el momento que te toca tenerla. Sonreía viendo una escena justamente en el asiento contiguo: dos mujeres: una hija y una madre y dos varoncitos. La madre imponía (aunque con cierta simpatía) su Súper Yo a su hijo mayor, mientras él jugueteaba con el pelo de su abuela, que a la vez sostenía a su otro nieto tapándole del sol para que no le hiciera mal. La abuela reía y la embarazada observaba esta escena.
¿Estaría pensando que ello le sucedería en un par de años, o mejor dicho meses?
¿Estaría pensando un nombre? ¿Estaría imaginándose esa misma escena con su propia madre?
Acariciaba su panza y emanaba una felicidad que sólo se podría transmitir correctamente si se la veía.
Las madres educan, las abuelas malcrían. Fue así como luego de un recorrido largo, la abuela y su nieto menor bajaron del colectivo, mientras la madre y su hijo mayor (ese mismo que jugueteaba con su abuela y la despedía diciéndole que la quería), continuaron viaje.
Ella seguía sonriendo, con una sonrisa radiante y cuidando al ser que tiene en el vientre más que a ella misma.
Varios espectadores, nos emocionábamos ante la escena, tan común, pero no por eso no tan bella…

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